Hay olas que, un
cierto día,
no vuelven más
a la playa,
claveles que se
marchitan,
tarantelas que
se callan,
hay verdín
sobre las rocas
y cristales que
se rayan,
estrofas que ya
no riman
y cielos que se
encapotan.
Hay soles que, de improviso,
se ocultan y no
amanecen,
alegrías que
perecen,
que se van sin
hacer ruido,
mediodías que
anochecen,
espantadas
repentinas,
semillas que no
florecen,
ausencias que
no adivinas.
Hay manos que
se liberan,
que se vuelven
al bolsillo,
estrellas que
pierden brillo,
silencios que
no te esperas,
palabras que,
en un momento,
se callan sin
dar razón,
amores que
escupen dentro,
abrazos que
yacen muertos,
y dañan al
corazón.
Dejo mis libros
abiertos
aunque pare de
leer
y aunque dejen
de quererme
no se dejar de
querer,
mas no me
amarga la huida,
aprendí a no
esperar nada,
y al final de
la jornada
disfruto del
que se queda,
así soy,
volveré a dar,
nada tienen que
explicar,
si les enfría
mi sombra
dormiré solo en
mi alfombra,
allí me van a
encontrar,
aprendí, a
fuerza de penas,
que hay que dejarlos
marchar.
Chus Castro
11/04/2018
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