Fue fiesta en
el primer mundo
se casó la
monarquía,
no perdimos ni
un segundo,
acallamos la
conciencia,
vivimos la
complacencia
y disfrutamos
del día.
Desfilaron
invitados,
parásitos de
etiqueta,
que se miran la
bragueta
del brazo de la
parienta,
que despidió a
la sirvienta
por no planchar
bien la falda,
que no sienten
en la espalda
los "sufrires" de
la gente,
porque ellos
son diferentes
y la chusma les
respalda.
Rivalizaron
vestidos,
se lucieron las
pamelas,
mientras en los
arrabales
se morían a dos
velas,
y al pairo de
las verdades
borregos, sin
disimulo,
desbordaron las
aceras
para lamerles
el culo.
El novio hizo
los honores
vistiendo
uniforme negro,
tejido con los
sudores
de pequeños
sufridores
en telares del
infierno
La novia,
blanco impoluto,
vestido “cuello
de barco”
gran “caída”,
“talle” largo,
con “tiros” de
cualquier guerra,
belleza sin pedigrí,
crucero en
coche de luto,
vientos del
pueblo servil
que amargó a la
realeza.
Tuvo suerte
este lacayo
de casar a una
plebeya
En la iglesia
el sacerdote
les platicó del
amor,
después sin
ningún pudor,
lejos de pompa
y boato,
se fue a pasar
un buen rato.
Resguardado en
su caverna,
saboreo carne
tierna,
modoso, y sin
que se note,
rezando, se dio
un buen lote,
buscando la paz
eterna.
El menú muy
“tipical”:
pescado de Las
Malvinas,
muslos de “pavo
real”,
servidos con
salsa hambruna
traída de Las
Caimán,
carne de zorro
huesuda,
vino irlandés,
cava, pan
y tarta de
“cacahueses”.
Sirvieron los
entremeses,
negritos de la
Bermudas.
Cubrió el
acontecimiento
Intermón, Radio
Miseria,
Reporteros sin
fronteras
y una tele de
Nigeria.
Fue asistida de
urgencia,
una señora de
Soria,
sufrió ataque
de ansiedad,
cuando esperaba
a la novia.
Se atragantó
con las uñas
en la tele, un
tertuliano,
cuando esperaba
a saber
el secreto más
guardado,
era blanco…
y entallado.
Un gran día de
alegría,
un gran día de
placebo,
se casó la
monarquía.
Chus Castro
19/05/2018
Multiestrofa
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