Unos consejitos
1. Compra unas buenas sardinas frescas (os miraran) ni grandes ni pequeñas, a poder ser, y que no se ofenda nadie, del Cantábrico o del Atlántico.
2. Se las da un agua y se las seca (importante para que no se peguen en la plancha)
3. Es importante disponer de una buena infraestructura. Si las asas en la cocina, ¡puaf! Los olores te costará quitarlos.
Como veis en la foto, yo tengo una galería en la cocina. Saco la plancha, la enchufo a través de la ventana, abro la ventana a la calle, cierro la puerta de la galería y los olores se van a la calle. En serio, si no tenéis infraestructura, pensaros en tomaros las sardinas en algún chiringuito.
Como veis en la foto, yo tengo una galería en la cocina. Saco la plancha, la enchufo a través de la ventana, abro la ventana a la calle, cierro la puerta de la galería y los olores se van a la calle. En serio, si no tenéis infraestructura, pensaros en tomaros las sardinas en algún chiringuito.
4. El punto, a gusto del consumidor. Personalmente prefiero quedarme corto, que largo. El pescado si se pasa, caput. ¿Qué no sabes cuánto tiempo? Sacas una y la pruebas. Pero, por favor, no me las achicharréis.
5. Un buen blanquito fresco para acompañar y a disfrutar de la vida. Yo me he tomado dos vasitos de Enate, denominación de origen Somontano, si no lo habéis probado, hacedlo y ya sabéis lo que suelo decir “crea tu propia opinión”.
“A veces tenemos los placeres de la vida, más cerca de lo que creemos. Deseamos un mercedes cuando podemos ser felices con un seiscientos”
Ciao, toneletes
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