Desde la empalizada, oteó el horizonte,
persiguió que volcara, la “barca de Caronte”,
vació las pateras, y las llenó de amor.
Alegró con sus risas, derrochó su ternura,
y al llorar de las aguas, cuando la angustia dura,
entregó en sus
abrazos, el olor de una flor.
Observó mil suspiros apenando a las olas,
rescató muchas vidas, que morían a solas,
y vagó por el agua, ofreciendo calor.
Cuando vio a la paloma, la intentó sujetar
y al oír la negrura anegando la mar,
dibujó cien sonrisas, las pintó con candor
Con un gran compromiso rellenó sus vacíos,
renunció a su pasado, congeló sus estíos,
y dejó su relajo, rechazando acomodos.
Solidario, su reto, fue su roja bandera,
trashumó tras el rastro de la paz verdadera
y medró en el deseo de ser uno con todos.
En una fría noche, de "sufrires" ahogados
en que flotan las penas y los sueños majados,
vio en sus ojos el miedo, no dudó ni un momento,
le cedió el salvavidas a aquella embarazada
y se fue con las olas, se perdió con la nada.
La justicia lloraba, se acabó el bello cuento.
Si estalla la tormenta y ya no hay primavera,
si en mitad de la noche zozobra una patera...
su chaleco naranja aparece a babor.
Pone presa a la barca, y domina la corriente.
Todos los que aún le observan ayudando a la gente
contarán
la leyenda de Martín Salvador
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