miércoles, 11 de abril de 2018

HAY QUE DEJARLOS MARCHAR



Hay olas que, un cierto día,
no vuelven más a la playa,
claveles que se marchitan,
tarantelas que se callan,
hay verdín sobre las rocas
y cristales que se rayan,
estrofas que ya no riman
y cielos que se encapotan.


Hay soles que, de improviso,
se ocultan y no amanecen,
alegrías que perecen,
que se van sin hacer ruido,
mediodías que anochecen,
espantadas repentinas,
semillas que no florecen,
ausencias que no adivinas.


Hay manos que se liberan,
que se vuelven al bolsillo,
estrellas que pierden brillo,
silencios que no te esperas,
palabras que, en un momento,
se callan sin dar razón,
amores que escupen dentro,
abrazos que yacen muertos,
y dañan al corazón.


Dejo mis libros abiertos
aunque pare de leer
y aunque dejen de quererme
no se dejar de querer,
mas no me amarga la huida,
aprendí a no esperar nada,
y al final de la jornada
disfruto del que se queda,
así soy,
volveré a dar,
nada tienen que explicar,
si les enfría mi sombra
dormiré solo en mi alfombra,
allí me van a encontrar,
aprendí, a fuerza de penas,
que hay que dejarlos marchar.


Chus Castro 11/04/2018

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