En
una noche especial
me
acunó Huehuetenango,
con
gente fuera de rango,
con
la magia del quetzal,
y
de manera especial
dos
estrellas me alumbraron,
dos
soles que se esforzaron
en
calentar mi alborada
y,
en una luna versada,
en
mi alma se quedaron.
De
vuelta en el Barceló,
ajusta
bien tu reloj
y
prepara la cartera,
que
comprarás lo que puedas
allá
en Chichicastenango
y,
si no quieres andando,
hay
aviones de tres ruedas.
Haz
tortitas de ración,
oyendo
a tu corazón,
una
paradita y toma,
y
luego vete hacia el lago,
donde
domina Atitlán
luciendo
blanca corona,
y,
acomodado en su loma,
rinde
guardia Tolimán.
San
Pedro cuida el lugar,
el
agua juega a pescar
y,
entre jabón y sudores,
una
orgía de colores
te
espera al desembarcar.
En
Santiago, de oración,
gozando
en cada rincón
y,
si tienes mal de amores
o
en las entrañas picores,
te
curará Maximón.
No
pierdas tiempo y palante,
y,
en un avión de los de antes,
derechitos
hacia Flores,
donde
empiezan los sudores
de
la selva tropical,
¡qué
redoblen los tambores,
mañana
toca Tikal!
Allí,
fundido en el verde,
nuestro
sentido se pierde
en
la esencia de los mayas,
y,
vayas por donde vayas,
te
seduce la foresta,
hasta
subir a la cresta
de
templos inmemoriales,
verdaderas
catedrales
que
se suman a la fiesta.
Me
dice el grito animal
que
yo no soy importante,
un
ser insignificante
perdido
en lo natural,
que
alguna dicha es casual
y
hay que apurar el momento,
que
la vida es el sustento
y
que se puede acabar,
quiero
ser ola en el mar
y
estrella en el firmamento.
Y
apuraré hasta el final,
el
susurro de este canto,
disfrutando
del encanto
de
la Antigua colonial,
con
permiso del volcán,
soñaré,
por su empedrado,
con
otro tiempo pasado
que
sabiduría encierra,
y
marcharé de esta tierra
rendido
y enamorado.
Chus
Castro 26/10/2010
Multiestrofa